Beni Córdoba
No sé a vosotros, pero a mí me gusta la Navidad. Siempre ha sido un momento mágico en mi vida, incluso cuando ha habido dolorosas ausencias, la navidad ha supuesto para mí un remanso de paz y armonía, será por lo bien que lo hemos pasado siempre en casa y por juntarnos toda la familia.
Cuando éramos pequeños mi madre ponía la mesa «bonita’, (hago paréntesis para hablar de la mesa). Esta mesa era grande, pesada, con una pata en el centro, pero estaba mal construida y balanceaba, teníamos que comer sujetándola con las rodillas, era súper divertido ya que en muchas ocasiones empezábamos comiendo la sopa y terminabas comiéndote la de tu hermano, cuantas horas de risa a costa de la mesa.
Bueno a lo que iba, siempre me ha gustado hacer regalos por navidad, en Nochebuena solía poner un regalito debajo de la servilleta, durante todo el mes de diciembre los iba comprando y los guardaba, pero las cotillas de mis hijas siempre los encontraban, de manera que decidí comprarlos el día veintitrés, víspera de Nochebuena, se lo conté a mi hermana Mari, y esa tarde nos fuimos de compras por Torrent. Recorrimos las tiendas, tenían que ser detalles pequeños para poder esconderlos en la servilleta, hacía mucho frío y comenzó a caer una ligera llovizna, pero nosotras ni caso, teníamos un objetivo, nosotras a lo nuestro.
Tras casi tres horas, ya mojadas y heladas decidimos parar a tomar algo y resguardarnos del frío, entramos en Helados Tomás, las personas con cierta edad se acordarán de ese mítico local. Quisimos sentarnos en una mesa y descansar, imposible, así que nos quedamos en la barra del bar, se acercó Maruja a atendernos, pedimos café con leche y cruasán grande, ¡que bueno!, estaba tan calentito en un gran vaso redondo de los de antes, el primer trago nos resucitó, y luego aquel delicioso mordisco de cruasán que te llenaba de sabor, no sé de dónde los traía pero no he comido nunca mejores cruasanes que esos. Mi hermana y yo los disfrutamos de lo lindo, nos dividimos la cuenta para pagar y ¡oh sorpresa! a mi no me quedaba ni un céntimo, le dije a mi hermana que pagara ella que no me quedaba dinero, ella se echó a reír y me dijo «pues te lo iba a pedir a ti, a mí tampoco me llega’.
Comenzamos a reír y miramos a Maruja, ésta al percatarse de la situación se acercó y nos dijo»¿que no porteu diners?’, yo con cara de niña buena le dije que no, y ella replicó «Aneu aneu malgastaores y derrochones’, ya saliendo del local le dimos las gracias a Maruja, a lo que ella se giró y exclamó «res de gràcies, dema açí a pagar les dos’.
Muertas de la risa nos dirigimos a casa, esta anécdota nos saca siempre una sonrisa y evoca momentos maravillosos de las navidades que tanto nos gusta disfrutar.
Por cierto, el veinticuatro por la mañana fui a desayunar a Helados Tomás y saldé mi deuda.