EL contenedor marrón, conocido como quinto contenedor, se está introduciendo actualmente en las ciudades españolas (lleva bastante tiempo en las capitales europeas) y corresponde a la materia orgánica reciclable.
Este nuevo contenedor supone un paso más en la mejora de los procesos de reciclaje y su progresiva implementación en las ciudades españolas hará común su uso en Torrent en los próximos meses y años.
¿Por qué un contenedor más?
Para proteger el medio ambiente es preciso aumentar los niveles de reciclaje de nuestras ciudades y la eficiencia de éstos, la selección previa por parte de los vecinos y vecinas supone una parte importante. Los ambiciosos objetivos europeos en materia de lucha contra el cambio climático suponen un aumento sustancial de los porcentajes de reciclaje de residuos, con el fin de alcanzar al menos el 50% de éstos.
¿Qué se puede tirar en el contenedor marrón?
Restos vegtales, de fruta, de verduras, servilletas, papel de cocina sucio, restos de comida (pasta, carne, huesos, pan, cáscaras de huevo…) restos de café, hueveras de cartón sucias, tapones de corcho, cerillas, palos de helado de madera, serrín…
¿Qué no se debe tirar en el contenedor marrón?
Aceite u otros líquidos, pañales, toallitas, productos de higiene femenina, papel higiénico, poda, colillas, material no compostable, pañales, cenizas…
¿Qué se hace con estos residuos?
Su cualidad de orgánico permite un reaprovechamiento muy importante tanto como fertilizantes como para la generación de biogás. Por una parte el “abono” se reutiliza en las explotaciones agrícolas mientras que el biogás es un combustible que surge de la descomposición de la materia orgánica y se utiliza como alternativa a los combustibles fósiles.
¿Cuáles son las ventajas de este nuevo contenedor?
Por supuesto la mejora en el reciclaje, la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, pero también tiene más cosas positivas. Por un lado el reaprovechamiento de los residuos supone la generación de una industria del reciclaje, que crea empleo y activa la economía. En un aspecto más mundano, la centralización de los residuos orgánicos reduce los olores en la propia vía pública así como en los vertederos.
